Compras un producto, el que sea, tiene su garantía de dos años, tres o 30 si quieres, termina y adiós a la máquina. Y si quieres repararla o cambiar la pieza en cuestión, sale más caro que adquirir una nueva. A esto lo llamamos obsolescencia programada.
Antes las cosas se creaban para durar, o eso dicen mis padres, sin embargo; ahora vivimos en una sociedad de puro consumismo, y el ejemplo perfecto serían los teléfonos móviles. Tienes uno con menos de un año de antigüedad, pero sale uno nuevo, se te antoja y lo compras. ¿Qué pasa con el anterior? Pues lo guardas en un cajón y fin, aunque esté en perfecto estado. Algo similar sucede con los electrodomésticos, televisiones, etc. Pero como las ventas de ellos no son tan acusadas, pues hay que provocarlas. Básicamente, la obsolescencia programada es “la fecha de caducidad” del producto.
No, esa sería la repuesta más corta. No obstante, en los últimos años estamos viendo como los grandes gobiernos, la comisión europea y grandes órganos de poder, luchan contra el control que ejercen las grandes empresas; capaces de provocar millones de ventas con una actualización de software. Si bien es cierto que en los últimos años la situación ha ido mejorando, aún falta mucho camino por recorrer, aunque también existen empresas más “preocupadas” por sius clientes, como es el caso de Samsung; la cual ofrece una garantía de hasta 20 años en una amplia gama de productos.
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